Luego
de soportar durísima enfermedad y grandes y gravosas pruebas
espirituales,
San
José
percibía que el final de su vida terrestre estaba muy cerca.
Podía percibir
también como
los ángeles agraciadamente invitaban a su bendita alma a partir
para reposar en el seno de Abraham.
La
llama de amor viva que estaba en el centro de su corazón lo
consumía
lentamente; de pronto un fuerte impulso lo raptó al cielo,
allí
estuvo durante horas en íntima y amorosa conversación con
Dios,
quien le mostró y le hizo participar de los deleites del
Paraíso.
Depués de la manera que pudo habló con Jesús
y con María
quienes estaban a su lado. Les suplicó con inmensa ternura que
les
perdonen todas las deficiencias que había tenido durante su
vida.
Les agradeció por todo el amor que le dispensaron y por la
paciencia
con que sobrellevaron sus faltas.
Les
expresó su inmensa gratitud por toda la atención que le
dispensaron
durante su larga y penosa enfermedad. Finalmente agradeció con
gran
fervor a Su Amado Hijo,
el Salvador,
por lo que ya había sufrido y por lo que sufriría en el
futuro
al realizar el Gran
Trabajo
de la Redención. Y como
señal
de su profundo amor por su esposa , lleno de fe le encomendó a
ella
el cuidado de su Divino Hijo.
La miró con amor, pero también con *compasión*,
en virtud de la gran angustia y pena que ella tendría que
soportar
durante la muerte del Salvador.
Inmediatamente
después de esto, Jesús
mismo lo confirmó a José como PATRÓN
y PROTECTOR de los MORIBUNDOS,
cosa que el Santo
aceptó, humildemente había hecho esta tarea toda su vida,
asistiendo con caiño a todos los necesitados. El fuego de amor DIVINO
en su corazón, comenzó a ser más y más
intenso.
Las penas y dolores aumentaron y así entró en la
última
agonía, dirigió como siempre sus ojos al cielo, luego los
bajó lentamente y se fijaron en los de Jesús
y María,
y encontró gran consuelo en esta contemplación.
Jesús
seguía a su lado, tomó sus manos entre las suyas y le
habló
de la Gloria,
del Amor y
de
la Generosidad
del Padre Celestial.-
Estas palabras penetraron profundamente en el alma del moribundo José
e inflamaron aún más su amor por Dios.
El final había llegado. El Hijo
invitó al alma de José
a salir de su cuerpo, la tomó en sus santas manos y se las
confió
a los ángeles quienes la escoltaron y depositaron en el LIMBO.
San
José tenía 61
años
de edad en el momento de su muerte. Esta noticia se desparramó
por
todo NAZARET.
Los amigos y vecinos que siempre lo reconocieron como hombre santo y de
excelsas virtudes, acompañaron a su familia al entierro y
profundamente
afectados lloraron su partida.
Cuando
Jesús
resucitó al tercer día bajó al LIMBO
y tomó a todas las almas que estaban allí confinadas. El
alma de José estaba glorificada y por el poder y voluntad de Dios
se reunió con su cuerpo que permanecía aún en olor
de santidad. José
hizo pués su ENTRADA AL CIELO,
junto a *su* HIJO
en ocasión de la Ascención. Ahora el Santo ocupa en
virtud
de su virginidad y de la gran pureza de corazón un muy
distinguido
trono cerca de Cristo
y muy cerca del ocupado por la REINA
de los Angeles y de los Hombres.
Disfruta
en el cielo una gloria que es indescriptible y que sobrepasa a la de
todos
los otros santos. Continúa siendo nuestro intermediario
frente
a Dios,
especialmente
por los moribundos. Otorga grandes gracias a quienes se lo solicitan,
ayuda
a los afligidos y oprimidos, dado que él ha tenido que soportar
tantas tribulaciones en este mundo. Él obtiene gracias para
todos
pero * muy especialmente* para los que lo aman y sienten
devoción
por el. Maravillosos son los resultados!!!!.
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Traducción
libre y propia
del libro *Life of Saint Joseph* de M.C.Baij editado por
The 101
Foundation Inc.
ISBN: 1-890137-01-4 (Imprimatur: Most Reverend Raymond E.
Goedert,
MA, S.T.L. J.C.L. Vicar General, Archdiocese of
Chicago,
February 10, 1997)